miércoles, 31 de marzo de 2010

Un mal viaje?

2 de cada 3 ilusos que juraron y perjuraron dejar de fumar como propósito estrella de año nuevo han recaído. Yo en cambio estoy en mi vigésimo tercer intento. Aceptemos nuestras limitaciones y no nos engañemos, ni a nosotros mismos ni al prójimo. Lo dice la Biblia: no mentirás (o era no matarás?). Anyway, la aceptación es la base de todo perdón. Y es que puestos a prometer, por qué la gente no asegura cosas factibles? misterios de la ciencia... Yo en cambio, escarmentada con los desengaños que mi débil voluntad ante todo y ante nada prometí ver más a los amigos, cosa fácil si los demás quieren, seguir con el susodicho blog, y aquí me tenéis, y viajar a Beirut y Damasco, y mi amiga la viticultora de la Terra Alta a la que poco visita a pesar de tener un vino que no sube a la cabeza sino al corazón, y yo ya tenemos fechas.





Hay quién se toma los viajes improvisando: ni plan, ni hotel, ni me compro la guía del país, estoy en casa de colegas de colegas de colegas y lo que único que me interesa es, dependiendo de la época del año, el esquí o la playa, la noche y los aperitivos y los chulazos/gatitas que se me crucen en el camino. Para éstos conocer gente haciendo poca cosa o estar con amigos lejanos horas y horas ante una birra es lo principal.


Hay quién planifica hasta el último detalle, y su colección de guías de viaje parece la biblioteca alejandrina. El tercer día iré al baño, el cuarto me cobrarán 4000 nosequé por una coca-cola. El quinto me levantaré a las 5 de la mañana para pillar un furgo que me lleve a pillar un avión que me lleve a pillar un barco que me lleve a pillar un camello que me lleve a tomar por culo para contemplar el atardecer. Para éstos la acumulación de cosas visitadas es su síndrome de Diógenes particular.


Hay quién planifica lo justo: cuando voy y dónde duermo. Dónde vaya, visite o me lleve el destino en ese período corto de tiempo será culpa del instinto, del dinero o de los sabios consejos de algún vendedor de mercado, por ese orden.


Hay quién tiene que irse lejos, sino no viaja, cuando el Mediterráneo que acaricia nuestros orígenes y nuestros dedos de los pies ofrece mucho y más siempre que te alejes prudentemente de las hordas de alemanes, italianos, ingleses y, sobretodo, franceses, que invaden algunas zonas.


Hay quién no le gusta viajar y prefiere ir al pueblo, ver un partido del Barça y tomarse una Estrella en compañía de su nuevo sobrino, el decimocuarto pero no más monótono de todos. Coger un avión es un suplicio que se pasa por amor y con altas dosis de valiums. No todos estamos preparados para tal sacrificio.


Y es que para gustos no hay nada escrito, o si, cada vez escribo más sobre gustos sin llegar a ninguna conclusión... Bueno, sólo una: si todas las bolas del sorteo de Navidad fueran iguales nadie ganaría el gordo. Éste dejaría de serlo por tener que infinitamente repartirse entre todos (los ganadores). 


Muchos viajan mucho y no ven nada. Tomaos el tiempo de mirar y, sobretodo, intentar entender otras culturas, no sólo sus bosques y monumentos top ten.

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