Ayer recibí una llamada del banco de sangre del Hospital Clínic. Resulta que hoy operaban a un paciente y no tenían sangre de mi grupo. Soy rara hasta para eso. Pues nada, a levantarse pronto y a que me claven agujas, pero sin vudú, entiéndase. Si hubiera sido atleta sólo tendría que abrir la nevera para pillar una bolsa colorada energética. Pero no, he nacido perra y perra moriré. Eso si, solidaria.
Medio litro menos. Con las birras que me bebí ayer fijo que el paciente se despierta con resaca. Y es que, no nos engañemos, mi sangre limpia lo que se dice limpia... creo que no se podría comercializar como true blood, aunque estaría dispuesta a dar mis 5 litros a un vampiro buenorro si se la toma con un chorrito de bebida de malta.
Es oficialmente Navidad. El hecho me produce repulsión y solidaridad a partes iguales. Que se queden toda mi sangre si con ello pudiera evitar los villancicos en centros comerciales, las felicitaciones cibernéticas y la falsa alegría de pasar días en familía. Es Navidad, ¿y qué? yo soy mucho más feliz en agosto, mojito en mano y crema protectora en la piel.
Es Navidad, hacemos cola en la adminsitración de lotería (el gato negro en la ciudad condal, Doña Manolita en la capital del reino). La vermutería Tano me ha vendido un número. Como todos los españoles y parte de los ludópatas estamos convencidos de que es caballo ganador.Eso si, los mejores boquerones en vinagre los tenéis en esa esquina del barrio de Gracia.
Para desentonar con el ambiente pseudocordial prenavideño aquí va un relato corto de terror, de lo mejorcito que he leído últimamente:
MUERTE A LA NAVIDAD
Papá Noel corría por las oscuras calles de una ciudad en llamas. Jaurías
humanas pasaron junto a él pero tuvo tiempo de esconderse detrás de un
contenedor ardiendo antes de que le viesen. Se le quemaron las manos al
apoyarse y se maldijo.
Estaba cansado, tenía flato y el traje destrozado, pero había
conseguido deshacerse de los perros que le habían mordido por todo el
cuerpo. Pensó en el pobre Rudolph con su naricita roja y en los demás
renos, siendo torturados y descuartizados por aquellas personas
enloquecidas.
Asomó la cabeza para ver si podía salir de su escondite para seguir
huyendo. Fue un error.
—¡Eh, está ahí! —gritó alguien.
De repente se vio rodeado de una multitud de hombres y mujeres
armados con hachas y cuchillos y bates de béisbol. Matrimonios que habían
dejado maniatados a sus hijos en la cama.
—¡Muerte a la Navidad! —decían a coro con ojos plagados de
telarañas rojas— ¡Muerte a la Navidad!
Papá Noel sólo pudo emitir un único y repetitivo pensamiento agónico
antes de que le molieran a golpes, le arrastraran por la ciudad en llamas y
le descuartizaran.
¡PUTA CRISIS!
Relato de Juan de Dios Garduño
Asociación Española de Escritores de Terror
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